lunes, febrero 27

La hora de la biblioteca

Ahora que se ha ido la luz, voy a ponerme a escribir para que nadie me vea.

Esta mañana, de repente y sin avisar, mi colegio pasó fugazmente por mi cabeza. En concreto las horas de biblioteca que teníamos una o dos veces por semana. Hacía mucho que no me acordaba de ello, de hecho, creo que lo había olvidado por completo. Qué felicidad por aquel entonces. Y qué extrañas horas. No sé si en algún colegio harán eso con los niños de primaria, pero me parece una excelente idea.

Era una hora de clase como otra cualquiera, pero nos llevaban como alegres presos a una pequeña biblioteca reservada para las manos inquietas y las mentes de arcilla fresca. Era una sala llena de cojines en el suelo, donde nos sentábamos después de elegir un libro, o recuperar aquel que estábamos leyendo. Siempre estábamos en silencio, absortos en nuestras lecturas, aunque de vez en cuando se oía algún murmullo. Una monja custodiaba el lugar, como un faro de mil ojos que lo veía todo. A veces, cuando terminabas un libro y se lo llevabas para que te lo registrara, te preguntaba de qué trataba, desconfiada. En ese momento tenías que hacer un esfuerzo sobre humano para recordar de qué iba la historia, si no le habías prestado demasiada atención.

Era una de mis horas favoritas en el colegio...creo que de ahí viene mi amor por la lectura.

Qué extraño recordar esto de repente. ¿Cuántos recuerdos escondidos habrá por aquí? Quizás ocurren tantas cosas a lo largo de una vida que los buenos recuerdos permanecen como sensaciones. En este caso, lo representaría señalando la montaña de libros que se lleva formando en mi habitación desde hace años. Ahí estaría el recuerdo, entre mis manos y no en mi cabeza. Lo puedo tocar y sentir.

viernes, febrero 24

Días

Había demasiado viento como para que la escuchara, así que decidió que sus pensamientos eran lo bastante altos para que se oyeran bien, pero no en demasía, no fuera a ser que los demás quisieran robarle las palabras.

Una roca incómoda le sirvió de asiento. Todo indicaba que no había ido allí para pasarlo bien.

- Hola...siento no haber venido tanto como me hubiese gustado.

Cada palabra hacía que las olas volaran más alto; y, a pesar de que ella no creía en esas cosas, quería pensar en lo más profundo de su ser que era una señal de que la escuchaban atentamente. Pero hablar así se le hacía raro, así que cogió una piedra que justamente había a sus pies, y comenzó a escribir malamente en el suelo lo que quería decir. Sólo eran unas pocas palabras, las suficientes, no hacía falta más. Al terminar, se acercó al abismo y tiró la piedra con todas sus fuerzas, así ya sólo podía ser suya.

¿Por qué elegir ese día? Porque los días bonitos ahora son los más tristes.

Para lo que sirven las cosas

"¿De qué te va a servir?" No hago más que oír esa pregunta. ¿Qué más da para qué sirva si me gusta? ¿Acaso sólo podemos hacer cosas que nos reporten una utilidad? Quizás me apetezca aprender a arrancar las hojas a ritmo de un piano, o puede que me decante por saber cuál tiene que ser la posición correcta de una rama cuando sopla el viento. Cosas inútiles, pero eso qué importa. Lo realmente importante es que te llenen, o al menos para mí es lo que más cuenta. Son pequeñas actividades que te hacen querer profundizar aún más en ellas.

Pero siempre aparece alguien y te pregunta "¿de qué te va a servir?" Quizás de mucho. Estudié una carrera con "futuro" y no me sirve para nada; me puse a estudiar otra, y aunque sepa que es probable que no pueda ganar dinero con ello, una sola asignatura me reporta más que todos los años que pasé en la primera. Disfruto con ello, y sé que tengo una inmensa suerte de poder hacerlo. Me despierto por las mañanas sabiendo que hago algo que me gusta. Por fin.

No quiero convertirme en un hombre gris, habiendo tenido la oportunidad de hacer algo, pero no hacerlo porque es inútil e inservible.

El mundo se ha convertido en una gran empresa, donde las artes y las letras no tienen cabida porque no dan dinero, ni son productivas. Y es muy triste que todo se base en los números. Únicamente en los putos números.