viernes, mayo 24

Una ciudad

Te hablo de una ciudad, tan grande que jamás acabarás de recorrerla. En ella viven personas completamente solas. Vagan por las calles solas; no hablan, piensan solas; no miran, sólo andan. Y creen que allí no hay nadie más. Los edificios no crecen, se quedaron todos exactamente en 200 metros, por lo que si consigues una vista elevada podrás observar la monotonía recorriendo los tejados.

He de contarte acerca del silencio que te atrapa en ese lugar. No es agradable, ni te da paz, es otro tipo de ruido molesto que te enturbia hasta la vista. No intentes hablar allí, no se te oirá, tu voz la engullirán las calles. Éstas, rectas hasta la náusea, no conducen a ninguna parte. Puedes andar y no llegar a nada, sin ver siquiera el final. Cuando yo estuve allí me llevó cuatro horas rendirme y darme cuenta de que ese camino no me estaba llevando a ninguna parte. Después de eso me di cuenta también que durante esas horas no había pronunciado un sonido ni había levantado la mirada a más allá de dos metros por delante de mí, sin ver a nadie, sin mirar. Se me pegó el ambiente a la piel, y cuando lo noté me lo sacudí levantando la vista. Aún era de día, aún podía salir de allí. 

Y lo hice, para hablarte de ello.

martes, abril 16

Al aire

No puedo verte pero pienso en ti cada día. En cada gesto, palabra que sale de mí estás tú, te siento, te llevo sin darme cuenta. Y es que siempre te he llevado aunque no quisiera. Si antes quizás me hastiaba ahora es una necesidad el pensar que tengo algo de ti que no se ve, pero me hace caminar. Y aunque no lo creas, me da fuerzas para levantarme por las mañanas de la cama ya demasiado caliente en esta primavera. Me da impulso para salir por la puerta y enfrentarme al mundo. A ese del que a veces quiero huir porque no lo comprendo, aunque sepa que lo más bonito es que jamás lo haré.

Hace tiempo que paso por allí y siempre te mando lo mismo. Espero que te hayan llegado todos.

Escribo... Ya no sé lo que escribo. Sólo me apetecía hacerlo. De noche se escribe mejor.

lunes, abril 8

Sonriendo por la calle

Llamémosla Marina. De vez en cuando la veía en una de mis clases pero casi nunca hablaba con ella. Parecía tímida. Yo también. Un día desapareció y no volví a verla, hasta que un día me la encontré de nuevo y hablamos como si lo hubiéramos hecho siempre. Es curioso cuando te cruzas con alguien en un lugar donde ninguno se conoce y afloran las ganas de acercarse a la persona mínimamente conocida.

Hoy la he vuelto a ver, pero de lejos. Algo me hizo mirar hacia ella y la vi sonriendo, andando sola por la calle. Eso me hizo sonreír a mí. Es bien sabida mi reticencia hacia las personas que tienen una constante sonrisa en la cara, pero la suya me pareció bella. Imagino que pensaba que nadie la veía, imagino también que se la escapara por algo que la habría pasado y fuera un gesto involuntario. Quizás recibió una llamada o un mensaje con unas palabras esperadas, o mejor aún, inesperadas; y de repente, sin quererlo, torció la boca en una bella forma. Pensé que ojalá todos tuviéramos una vez al día un motivo para sonreír así.

Y ahí estaba ella, sola, con una sonrisa deslumbrante que no era para nadie sino para ella misma.

Me alegraste la tarde lluviosa, Marina. Gracias.

martes, abril 2

Los sueños de la semana

Últimamente sueño mucho. Me extraño porque no suelo hacerlo. 

Hace dos días soñé que estaba en una ciudad con mucha agua y tenía que ir a un sitio, pero no recuerdo cual. Encontré un puesto de navajas y me paré porque quería comprarlo. En ese momento el hombre que lo llevaba fue devorado (sólo la mitad de su cuerpo) por un cocodrilo a orillas del río/laguna/lo que fuera. Así que pude hacerme cargo del negocio casi sin quererlo. 

Anoche soñé algo totalmente distinto. Estaba en mi casa, en mi cama, y me moría de sueño. Alguien me estaba arropando y cuando me quedé dormida me dieron un beso en la mejilla. A la mañana siguiente desperté y tenía una carta a mi lado, pero era de otra persona distinta a la que me había arropado. No sabía quién me había besado, pero quería que fuera la persona que me escribió la carta. Me turbé tanto que abrí los ojos y ahí acabó el sueño. Todos ellos.

Siempre he pensado que no tienen ningún significado, y que son sólo imágenes y vivencias que tenemos en la cabeza y que nuestro cerebro mezcla de forma aleatoria cuando dormimos formando historias, y a veces ni eso. Pueden dar lugar a cosas sin sentido, pasando de un lugar a otro sin ningún tipo de criterio. Eres un gato como tan pronto eres tú mismo. Un bonito caos.