martes, agosto 30

Calma


Hoy el mar está en calma. He vuelto a llegar tarde a la ola de las once; pero en cambio he visto una quietud casi imposible.

lunes, agosto 29

Una ola a las once

Desperté, y al saludar a la mañana desde la ventana, me di cuenta de que no llevaba ropa. Me sentía libre. Me desperecé sin ningún recato con las cortinas abiertas pero despacio. La luz parecía cubrir por entero mi piel. Cómo me gustaba esa sensación de ver pasar a la gente por la calle y que ellos no se percataran de mi mirada desnuda. Alcé un poco más los ojos para posarlos en el mar pues, aunque vivía lejos de él, había encontrado un hueco por el que se divisaba una ola a las once de la mañana. Llegaba tarde, eran las once y dos minutos. Se me había pasado la hora. Sin dilación, fui calle abajo. Nadie se fijaba en mí ni en mi desnudez. Era más libre aún. Despacio llegué a orillas del mar para ver mi ola; pero en vez de eso preferí sentirla. El agua estaba tan fría que no tardó nada en recorrerme. La sentí introducirse entre mis piernas y antes de que el escalofrío terminara, se puso a llover. El agua parecía querer besarme, pero no llegaba hasta mi boca ni con la ola más alta, así que metí la cabeza rápido, antes de que la lluvia se adelantara y lo conseguí.

domingo, agosto 28

Tormenta

Me hundo en tus palabras de papel mojado. Las imágenes se suceden deprisa, como si fuera una película de serie B. Una y otra; blanco, negro, azul; veo cuerpos retorcerse e intento distinguir el suyo, pero no veo ninguna cicatriz que me diga que ha estado ahí. Yo siempre escribo mi nombre en cada árbol que encuentro, por si se me olvida. Así, si dudo, sólo tengo que pasar por cualquier bosque y él me lo gritará bajito. No calienta. El sol brilla pero aún así tengo frío en la ropa. Ando descalza para no perderme el tacto de las cosas que me encuentro. Aunque me haga daño, no importa, tengo que seguir pisando, pues eso me hará ser más fuerte. Sigo teniendo frío...encenderé la luz.

sábado, agosto 27

De las manos al suelo

Busco resquicios entre mis dedos, intentando encontrar recuerdos que necesito para volver a respirar. Se me caen al suelo a causa de los temblores que sufren estas manos anhelantes, y se pierden en la oscuridad. Una linterna, por favor, una vela, una luz que me ayude a recuperar aquello que he perdido.

A gatas la desesperación me apremia, sabiendo que se fueron lejos y no los encontraré. Pero la mente humana rara vez acepta un hecho que no quiere ver, y seguí buscando sin luz, ya que nadie atendió a mis súplicas.

Una voz acaricia el aire y le dice que no busque hacia atrás, sino que mire a sus pies, ahí es donde hay que mirar. Y sabía que me lo decía a mí.

miércoles, agosto 24

Un metro

Ahora cada paso es como andar sobre clavos. La sirenita lo sufrió cuando optó por tener piernas; además de sin voz, notaba un terrible dolor cada vez que caminaba. ¿Quiere decir que cuando queremos algo que es un tanto inalcanzable siempre va a costarnos más que otras cosas?

Tengo la teoría de que el esfuerzo ya no gusta. Somos demasiado vagos y estamos acostumbrados a muchas comodidades como para movernos más de lo debido para alcanzar algo, aunque lo deseemos. Quizás por eso nos conformamos con lo que está a un metro de distancia y no queramos ver lo que hay más allá por temor a que nos guste más. Eso provoca que nuestra vista sea limitada, y hace que nos perdamos tantas cosas que nos pasan desapercibidas...un sonido que tiene otro color, una luz amarga y dulce. Sólo queremos ver lo que estamos acostumbrados a ver.

miércoles, agosto 17

Hoodoo

Me dije que tenía que volver a hacerlo y así lo hice. El año anterior, no sé por qué, me olvidé por completo. Puede que fuera el sueño o que una mosca atrajera mi atención de once a doce; me distraigo con facilidad.

Me preparé para el momento. Apagué la luz, abrí la ventana y dejé que sonara su voz. Por desgracia un andamio impedía la vista hacia el frente y unas nubes la impedían hacia arriba. Ni una estrella y tampoco la luna. Una lástima. Sólo se veía a una pareja en el parque de enfrente, ajenos a que los observaba mientras se sonreían y miraban. Irradiaban luz aunque no hubiese ninguna; y aunque la tentación me llevaba a que les robara un poco, decidí cerrar la persiana y dejarles brillar por sí mismos.

Seguí escuchando en la oscuridad un "come to be, how did it come to be" y pensé que aún no eran las doces. Entonces algo maravilloso ocurrió: la canción terminó, y en el último segundo, justo a la vez, el reloj dio la media noche. Me emocioné por la sorprendente casualidad y una sonrisa idiota se dibujó en el aire creando colores que nunca había visto.

Un comienzo extraño.

martes, agosto 9

Baldosas rojas

Te pedí que me devoraras y no lo hiciste. Mi boca, mis manos, mis ojos te lo estaban pidiendo con tanta fuerza que al otro lado se levantó una tormenta. Pero tú, tan amante de ti mismo, no tenías ojos para nadie más que para tu persona. Alimentando tu ego pasamos dos horas, hasta que ya no cabíamos en la misma estancia; así que me fui a buscar a otro que al mirarme también me viese.

Harta de tacones anduve descalza clavándome indiferencias y cristales, dejando un camino de baldosas rojas a mi paso. Y le encontré a él. Miraba a todas partes, perdido y sin saber que hacer. Le conduje entre mis piernas y le di una nueva ocupación. Pero pronto me aburrí de su mirada vacía que sólo me decía "dime qué hacer".

Volví a mi camino justo por donde lo había dejado. Esta vez tardé un poco más en encontrarle. Me arrancó la ropa tan fuerte que se hizo jirones; pero no importaba, allí no la necesitaba. Gritamos, sudamos...nos dieron las diez y las once, las doce, la una...y me volví a aburrir. Sus ojos no me decían nada, eran dos pozos sin agua.

Y yo tenía sed.

sábado, agosto 6

Aquí

Libros, libros por todas partes. Recuerdos. Miles de páginas de cosas vividas. He estado en guerras espaciales, en la edad media y también en el presente sin yo saberlo; he conquistado tierras, he sido un hombre, un asesino y una monja. Todo a la vez y también por separado. Me sangran las páginas. A veces no recuerdo ni lo que he hecho ni dónde he estado. En ese momento tengo que mirar a mi alrededor para averiguarlo. Recuerdo la vez que fui rata y estuve viviendo en una librería, alimentándome de las páginas de los libros que caían en mis manos. Luego me arrepentí de no haberlos leído antes. Recuerdo con cariño esa etapa de mi vida. Aunque nunca superará la vez que viví en Macondo y vi por primera vez el hielo. Espectacular visión. El chico de las mariposas debería haber estado allí en ese momento. Nunca olvidaré como revoloteaban a su alrededor, siempre fieles.

Pero lo que más recuerdo no lo encuentro en ningún libro, no está escrito en ninguna parte. Vive en algún sitio entre el sí y el no, volando como mariposas.