jueves, noviembre 25

Cómo convertirse en una gota de agua

Afuera ya no hay luz. Hoy ha llovido en demasía. ¿Y qué hacía yo? Sólo observaba cómo la lluvia no conseguía penetrar allí donde caía. Se deslizaba suavemente gota a gota hasta llegar al suelo donde yacía jadeante del largo viaje. Me hipnotizó tanto que me convertí en agua. Volé hasta la nube más próxima esperando mi momento. Las demás gotas no paraban de lanzarse y yo, extrañamente impaciente, no podía aguantar más, así que me lancé. No era mi tiempo para caer, el viento lo sabía y la tierra también por lo que, orgullosos, no quisieron dejarme hacer mi camino y me devolvieron mi banal cuerpo.

Ahora espero frente a la ventana a que vuelva la lluvia.

lunes, noviembre 22

Atrapadas

Estancada...sólo falta el final y me es imposible sacar las imágenes de mi cabeza para convertirlas palabras en el papel. ¡Qué destino más cruel el mío! Están ahí pero...se esconden.

Salid.

viernes, noviembre 19

Relato (cuarta parte)

Pronto Julia empezó a familiarizarse con todo. Hablaba con el bosque. Él lo era todo y a la vez no era nada. Solía notar su presencia a pesar de la inmensidad del terreno. Notaba que estaba ahí, le sentía cuando una brisa cálida le acariciaba o incluso cuando reía le sentía, pues la luz se volvía más blanca. Él la guiaba a veces a lugares donde nadie había estado. Julia se abrumaba por tanta belleza. Pequeños mareos la invadían el cuerpo cuando se encontraba con algo que nadie nunca antes había visto; sus ojos eran los primeros en posarse. Nunca había necesitado mucho para ser feliz, lo ostentosamente material no la interesaba. La gustaba pasar por el mundo disfrutando de las pequeñas cosas que la rodeaban, había mucha magia en todo, pero era necesario prestarle un poco de atención. Estos pensamientos ya no estaban sólo en su cabeza, ahora los compartía. Compartir lo que rondaba por ahí...eso no lo había hecho antes, nadie se paraba a escucharla de verdad.

Así pasaron los días. Aunque no se pudiesen comunicar con palabras, en el silencio conversaban horas. Existía entre ellos una gran conexión. Una noche, él quiso guiarla hasta un pequeño lago un tanto escondido y que aún no la había enseñado. La condujo con nerviosismo hasta él. Debido a ello, se equivocó de camino unas cuantas veces. Tenía demasiadas ganas de que lo viera. Llegaron por fin y Julia se quedó ensimismada mirando la escena. La luna se intentaba abrir paso apartando las ramas, pero sólo conseguía que una pequeña parte de su resplandor llegara hasta el agua. Deleitándose con el reflejo no se dio cuenta de que crecía. Cuando se quiso dar cuenta, una figura de agua con forma humana estaba frente a ella.

Julia se quedó sin aliento, no sabía qué hacer ni qué decir, sólo le miraba. Se miraban con tanta intensidad que ya no sabía dónde estaba. Iba a decir algo, para ese ser aguado la hizo callar suavemente poniendo su mano sobre sus labios. Nada más tocarla supo quién era él. Aún no se quitaban los ojos de encima, no podían dejar de asombrarse de la belleza del otro, pensaban que si parpadeaban se perderían algo. Ella le acarició la cara, quería sentir su calor. Él se estremeció al notar el suyo. Cada vez se tocaban más, estudiando el cuerpo del otro con avidez. Se besaron con una sed impropia. Nada existía ya, sólo ellos, sus bocas y sus manos. Extasiados, se volvieron uno solo, con un mismo movimiento y un mismo aliento cada vez más rápido; hasta que al llegar al éxtasis, el agua perdió su forma para convertirse en pequeñas gotas sobre el cuerpo de Julia que no pretendían moverse de allí.

jueves, noviembre 18

Relato (tercera parte)

Mientras, en la aldea, los vecinos estaban traumatizados por la muerte de Ivana. Y el alcalde convocó una asamblea para decidir qué se podía hacer y calmar un poco los ánimos de todos. Muchos de los habitantes decidieron mantenerse al margen, porque aunque en el fondo sospechaban quién había sido la culpable, algunos sentían terror de que algo pudiese pasarles si acudían a la reunión pues corrían rumores de que la señora Julia era una bruja y otros no iban porque le tenían cierta simpatía no confesada. Aún así, uno de estos últimos, el señor Guillermo, el carpintero de al aldea, decidió asistir con el fin de dar un poco de sentido común.

La iglesia fue el lugar de encuentro. Todos se sentían a salvo allí de los rumores de brujería. El marido de Ivana no dejaba de repetir mecánicamente las mismas palabras. Todavía no se creía que su esposa no fuera a gritarle nunca más. Él fue quien la encontró cuando, al despertar e intentar tocarla como todas las mañanas, se topó con la cama vacía. Sorprendido, la llamó por la casa y al ver que no obtenía respuesta salió a buscarla. La leña estaba a medio cortar. "Qué extraño" pensó y siguió andando sospechando que algo pasaba. Y allí se la encontró, en la puerta de esa vieja chiflada, rodeada de sangre. Esa imagen y la fuerte luz de la mañana que hacía que el rojo fuera aún más brillante le hicieron vomitar sobre su propia esposa, algo de lo que nunca se recuperaría.

Las voces de la multitud le hicieron volver a la realidad, a la asamblea. En ese momento el alcalde se ponía en el centro del grupo y alzaba la voz para que se le oyera mejor.

-Buenas noches a todos. Como ya sabéis, la señora Julia ha matado a nuestra vecina Ivana. ¡Silencio! Y estamos aquí para decidir qué hacer al respecto. Las pruebas están claras y el castigo también, por lo que no nos llevará mucho tiempo.

-¡Un momento!- un grito se abrió paso hasta el centro. Era Guillermo, el carpintero- ¿Cómo podemos tenerlo tan claro? Es evidente que la muerte y la desaparición están ligadas, pero ¿y si no hubiese ocurrido como piensan?- su voz temblaba ligeramente. Era consciente de que en el pueblo le tomaban por raro, no muchos querían hablar con él y su carpintería prácticamente siempre estaba vacía, por lo que sus palabras no serían bienvenidas.

-¿Piensan?- escupió el alcalde con fuerza- ¿acaso usted no ve las evidencias?

-No puedo estar de acuerdo cuando ni ustedes mismos lo tienen claro. Sólo quieren una excusa para acusar a la señora Julia. Siempre la odiaron.

-¿Cómo osas? Esa mujer chupaba nuestras energías, por su cuerpo sólo corría viejo veneno y maldad. Estaba podrida al igual que toda su estirpe. Nunca nos agradeció que la acogiéramos en la aldea cuando apareció aquel día harapienta y casi inconsciente. La cuidamos y la atendimos como si hubiese nacido aquí, la dimos una ocupación y una casa, y aún así lo único que tenía para darnos eran malas miradas.

-Lo único que hicisteis fue controlarla. Habíais oído hablar de ella y de las riquezas que se decía que poseía. Esos rumores corrían por todas partes. La fuisteis apagando poco a poco hasta que casi no quedó nada de esa pobre mujer, tan sólo una sombra. Se deslizaba por aquí como si en realidad no existiera. Malditos ambiciosos, vosotros sois los asesinos. Vuestro corazón está podrido y vuestra alma sucia.

-¡Silencio! Es suficiente palabrería por hoy. Alguacil, llévatelo de aquí y enséñale que no es necesario hablar más de la cuenta.

La cara del carpintero se volvió blanca. No opuso resistencia pero no permitió que el alguacil le pusiera una mano encima, y antes de irse miró al alcalde con fuego en los ojos y le escupió sobre los pies.

-Muy bien, ahora que ya no hay distracciones, vayamos al asunto que nos ocupa. Esa vieja bruja ha matado a una amada vecina y no podemos quedarnos de brazos cruzados. Sabemos perfectamente dónde se esconden las practicantes de magia negra. Tenemos que ir a por ella.

-¡¡Que lo pague!!

Y así, delante del altar se planeó un asesinato que hizo estremecer hasta a la propia virgen, de cuya mirada acusadora nadie se percató.

miércoles, noviembre 17

Relato (segunda parte)

Con valor, dio el primer paso para adentrarse en el bosque, y una vez dado el primero los demás llegaron solos, como si fueran todos parte de una melodía que fuera necesario terminar con urgencia. Así entró en un mundo nuevo. No veía nada a causa de la oscuridad y habían dejado de oírse todos los ruidos imaginables. La falta de luz y el silencio eran aplastantes. Tenía que andar a tientas y muy despacio. Poco a poco, sus ojos se fueron haciendo a la nueva situación; ayudó que a lo lejos se divisara un claro, el lugar donde decidió que pasaría su primera noche.No sabía por qué pero se sentía demasiado cómoda en ese claro. Como si una mano la empujara, se tumbó y cerró los ojos casi al instante hasta que se quedó dormida. Soñó. El sueño fue muy extraño, casi vívido. Colores irreales convivían con sonidos imposibles y formas impactantes. Despertó como por casualidad, pensando que aún soñaba pues los rayos de luz que se colaban entre las ramas daban al lugar un aspecto mágico, muy distinto al de la noche.

Disfrutaba de su tan deseada soledad. Siempre se preguntó por qué la gente utilizaba su tiempo con el fin de evitar estar sola. Recorremos nuestras vidas de la mano de alguien que a veces ni soportamos. Es mejor andar solos y tener las manos libres ya que el que va a tu lado puede hacerte tropezar. Hay muy pocas personas con las que merezca la pena caminar, puede que te encuentres una o dos, no muchas más. Pero mientras llegan...la soledad es buena acompañante. Te da conversación.

Cuanto más miraba el lugar donde se encontraba, más feliz se sentía. Sonrió, rió...rió tanto que su risa inundó el bosque y lo hizo brillar con más intensidad. La luz se hizo casi cegadora. Esa luz hizo que se percatara de todo su cuerpo. Su pelo había crecido, ya no era blanco. Y sus piernas...¡sus piernas! no tenían arrugas, eran jóvenes de nuevo. "¿Sigo soñando?" pensó asustada. Se levantó nerviosa intentando pensar con claridad, era consciente de sí misma pero a la vez no pertenecía a ese cuerpo. Entonces una brisa surgida de ninguna parte la hizo tranquilizarse pues la envolvió de una forma tan cálida que todos sus temores y miedos desaparecieron; sus dudas se resolvieron y volvió a reír. Ese bosque...poseía una esencia muy fuerte, tanto que la hizo rejuvenecer al sonido de su risa, tan pura y tan sincera que él quiso mostrarla tal y como había visto en ella. Julia ahora era un espejo de todo lo que realmente era, así la veía el bosque y así quería que se viera ella.

Julia, sintiendo que traicionaba a su razón, pensó que quizás podría comunicarse con el bosque, aunque no sabía cómo. La sola idea de estar planteándose eso la hizo pensar que era una ingenua, pero en el fondo una voz la decía que allí había algo que no comprendía del todo. Un "¿quién eres?" en el aire se perdió, pues no hubo respuesta. Decepcionada, no paraba de pensar si era invención de su mente. No sabía si seguía soñando. Pero esa brisa...tenía que ser real. Entonces como guiada por una fuerte intuición se dio la vuelta y allí, bajo un único rayo de luz, crecía un árbol a una velocidad imposible. Creció tanto que cuando se detuvo la fruta ya estaba madura, lista para satisfacer a cualquiera. "Qué hermoso. Gracias". se la escapó sin querer. Y cuando se dio cuenta de que le había hablado al bosque, una fruta cayó justo entre sus manos. No, no estaba soñando.

Los días siguientes se dedicó a merodear por el bosque, ya no le intimidaba su imagen oscura. Éste siempre la observaba a donde fuera fascinado. A ella le sorprendían pequeñas cosas que para él eran de lo más normal; un árbol con infinitas ramas o un rayo de luz solitario se convertían en maravillas para Julia. Él veía cómo sus ojos brillaban ante tales escenas y le encantaba que una mirada pudiese expresar tantas cosas.

martes, noviembre 16

Relato (primera parte)

Decidió irse aquella noche. Recogió las pocas pertenencias que le quedaban sin hacer apenas ruido, como si sospechara que alguien pudiese estar al otro lado de la puerta queriendo escuchar. Quería ir con cuidado pero sus pasos delataban las ansias de marcharse. Lo había imaginado tantas veces que ahora que estaba pasando le parecía algo irreal, se pellizcó llevada por el temor de estar soñando pero se volvió a ver frente a la mesa de la cocina junto al fardo casi listo. Lo terminó despacio y, cuando lo hizo, un brillo totalmente irracional iluminó sus viejos ojos. ¿Se lo parecía o era el equipaje más perfecto que había visto? Se estaba dejando llevar como una niña emocionada. Lo cogió casi temblando y se dirigió a la puerta, pero antes de alcanzarla sintió una punzada de vacío, había olvidado algo que era muy preciado para ella. En su cama lo encontró, bajo el colchón, el poema que su nieto le había escrito:

"Tengo frío
pero no me importa,
adoro ver el mar,
tan inmenso, tan bravío...
él no tiene tiempo de llorar".

No necesitaba ponerle frente a ningún espejo para descifrar lo que ponía aquel trozo de papel, pues de memoria se sabía cada palabra y cada verso escrito en él. Su querido nieto lo había escrito de tal modo que sólo ella pudiese leerlo, ya que nadie más conocía el truco para descubrir lo que allí había.

Ahora que lo tenía todo ya podía irse, así que sin dilación y con mucho cuidado abrió la puerta y salió de la casa. El fresco aire de la noche la golpeó en la cara, pero no era hiriente sino más bien una suave caricia que dejaba restos de libertad. Respiró hondo, quería disfrutar del embriagador aroma que por última vez le iba a dejar la aldea. Sin querer unas lágrimas quisieron asomarse y deleitarse también de la brisa nocturna, pero no tuvieron oportunidad pues el aroma se volvió insoportable cuando el silencio se rompió. Se oyó un golpe seco que venía de no muy lejos, lo que la hizo quedarse muy quieta, respirando con dificultad. No podía acabar todo en ese momento, ni había salido de la aldea. "¿Quién podría estar merodeando a estas horas?" se dijo Julia angustiada. Se aferró al pensamiento de que podría tratarse de un animal para calmarse un poco, un lobo o tal vez una oveja que se había salido del redil. Otra vez ese sonido. Su corazón latía con fuerza. Volvió a oírlo. Parecía que estuviese allí mismo, a su lado. Esta vez iba acompañado de un gemido. Sus pensamientos tranquilizadores ya no servían de mucho. Le costaba tanto respirar y su corazón latía de tal manera que sus manos se agarrotaron, haciendo que lo que tenía sujetado tan fuertemente se precipitara hacia el suelo emitiendo un ruido lo suficientemente fuerte como para que lo oyera la persona que andaba por allí. Presa del pánico, no era capaz de salir corriendo, tan sólo se quedó mirando el fardo tirando en el suelo; ahora ya no era perfecto, sino el más horrible que hubiese visto. 

Unos pasos se acercaron al lugar.

- ¿Quién anda ahí? ¿Señora Julia, es usted?- sus pasos cada vez eran más enérgicos hasta que se detuvo frente a Julia, a la que se encontró con las mejillas empapadas y mirando pero sin ver nada lo que parecía ser un montón de trapos tirados en el suelo.

-¿Qué ocurre aquí?- dijo con más enfado que curiosidad- ¿Iba a huir?- los ojos de Julia se clavaron en ese momento en los de su vecina. Ella no iba a huir, iba a ser libre. - ¡Ja! ¿Y a dónde? Recuerde que si no fuera por nosotros estaría usted aún sola y vagando por ahí, no tiene a nad...

Todo ocurrió muy deprisa. Después de atizarla con un tronco que encontró apostado al lado de la puerta, echó a correr tan rápido como sus ancianas piernas se lo permitían; pero cuanto más veloz deseaba ser, más pesada se sentía. Antes de que el cansancio pudiera con ella, exhausta y sin aliento, ya había alcanzado su destino. Miró hacia atrás por si alguien la seguía. No sabía si la había visto alguien. Pero eso ya no importaba, en unos segundos iba a desaparecer. Se inquietó al ver que era más oscuro de lo que parecía de lejos. Nunca había entrado, en realidad ni ella ni nadie que conociera. La gente tenía miedo a ese bosque, pues se decía que allí dentro en noches de luna llena las brujas celebraban sus aquelarres de los que incluso las ánimas se escondían. Más de uno llegó a jurar que había oído sus frías risas. 

A pesar de las leyendas que pesaban sobre ese bosque, Julia ya tenía decidido que sería su hogar. Lo supo desde siempre pero aún no había tenido la oportunidad de disfrutarlo. Quería escapar de aquella gente vigilante constantemente de todos sus pasos, hipócrita en cada palabra, cada gesto; eternamente artificial, como hechos a medida por un carpintero con los restos de su pobre taller.


sábado, noviembre 13

Estatua de sal

Qué horrible sensación al ver decepción en los ojos a los que miras. Qué horrible cuando esa mirada la has provocado tú. Se crea una lluvia en tu interior que lo único que puede hacer es salir sin poder retenerla. Y pensar que podrías haber evitado todo si no te hubieses dejado llevar...pero lo hiciste y sus ojos pesarán en tu conciencia.

Lo ves desde lejos y te das cuenta de que es un bucle. Estáis metidos por igual en esa situación, vuestros actos os han llevado hasta allí. Pero te das cuenta también de que nada justifica nada y que lo mejor que puedes hacer es no volver a mirar atrás, aunque te cueste y aunque mientras camines hacia delante, te sigan pasando imágenes que has dejado lejos sin que tú lo quieras. Sé como la esposa de Lot y no mires atrás a sabiendas de que si lo haces te convertirás en una estatua de sal.

Aunque al final...ella lo hizo.

viernes, noviembre 12

Grito

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA...AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
A AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
A AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
A AAAAAAAAAAAAAA...AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
AAAAAAAAAaaaaaaa...aaaaa...aah.

jueves, noviembre 11

Una noche

La cerveza se había terminado, pero la conversación aún seguía. No veían el momento para marcharse de allí y estudiarse nuevamente. No querían que fuera algo forzoso ni brusco. "¿Nos vamos de aquí?" "Sí, vámonos". Su voz dejó escapar un ligero tono de deseo que él notó. Buscaron sus manos en el coche y ambos condujeron hacia ese lugar que sólo existe entre ellos. Allí nadie puede verlos, al arrancarse la ropa se vuelven invisibles para el resto...sólo pueden verse el cuerpo el uno al otro. Y así lo hicieron. Una vez más, y como si fuera la primera vez, se recorrieron con ansia la piel con las manos, con la lengua, dejando un surco de agua en un cuerpo sediento. Oyó que la miraba. Sus ojos siempre habían sido un abismo por el cual caerse. Se dejó caer y caer...cayó tanto que durante un instante murió un poco y gritó. Hasta que ambos, sin aliento, volvieron a la superficie envueltos en sus brazos.

martes, noviembre 9

Regalo vendas para andar a tientas

He despertado con una venda que cubre mis ojos,
siempre he sabido que está ahí
pero nunca he querido tocarla.

El miedo, a veces, es aterrador
y consigue convertirte en un muñeco,
movimientos limitados,
mirada perdida
y cabeza fría.

El viento ha guiado mi mano
o quizás un impulso,
ahora sé lo que poseo.

Lo regalo a cualquiera que lo anhele,
si quieres ceguera te la ofrezco, 
también regalo ignorancia,
pasos inciertos son tuyos.
Ya no los quiero.

lunes, noviembre 8

Divergencias

A veces un pensamiento se cuela en mi cabeza y le salen raíces. Estas raíces pueden llegar a ser muy profundas, por lo que no muchas veces puedo seguirlas. Estas raíces crecen...les salen ramas que divergen unas de otras. Un pensamiento puede tener tantas deformaciones desde su origen que me asusta pensar que sólo pueda llegar a centrarme en la completamente incorrecta. ¿Cómo saberlo? Nunca podré. Cuando pienso algo, no sé si es cierto o no. En ocasiones puedo darme cuenta de mi irracionalidad pero aún así hay una parte que me dice "¿y si es así?" Un doblepensar, imagino.

Odio seguir caminos incorrectos. Odio que las ramas crezcan tan rápido que me pierda en mi razonamiento. Me gustaría poder verlo siempre desde lejos, fríamente y cogiendo distancia.

Así, sí.

Pero qué difícil no dejarse llevar por la locura. Decía Heine que la verdadera locura era la sabiduría misma. Realmente lo creo. Siempre me ha gustado más hablar con un loco que con un cuerdo. Los últimos son menos interesantes. Ven la vida como todas las demás sombras que pululan a mi alrededor. El que sufre de locura puede ver con los ojos cerrados. Pruébalo. Cierra los ojos y dime qué ves.

"Para verte como yo quería, era necesario empezar por cerrar los ojos". 

viernes, noviembre 5

Nada

Si el aliento se me corta en sueños...¿para qué volver a la realidad si está lloviendo?

jueves, noviembre 4

Capítulo siete

Tengo que coger un autobús. Me llevo un libro por si en algún momento un asiento se queda solo y triste, y me permite hacerle algo de compañía mientras le leo algo del señor Cortázar. La rayuela me lleva al capítulo siete. Nada más leer la primera frase sonrío para nadie que esté por allí cerca. La recuerdo tanto que se me había olvidado su existencia, pero aparece muy clara ahora. Sigo leyendo. Cada frase, cada palabra me recuerda que en un momento dado quise mostrar algo que no conseguía expresar, pero este buen argentino me ayudó a ello. Habla sobre un pequeño gesto que, a pesar de lo efímero, consigue estremecer.

Me llevo el libro para volver a enseñarlo, preguntándome si la memoria de los demás funciona de forma similar a la mía. ¡Maldición! Supongo que no todo el mundo es capaz de esbozar una sonrisa por la misma prosa, aunque se haya compartido en el mismo momento. Supongo que si el que leyera el libro no fuera yo, no se hubiese parado a disfrutar tanto del capítulo siete.

martes, noviembre 2

No me quiero despedir todavía

No puedo despedirme si no sé que te vas a ir.

Creemos que esa ida no ocurrirá en ese momento. ¿Y si no es así? ¿Y si a esa persona de la que te has despedido de una forma un tanto superficial no vuelves a verla nunca? Las despedidas deberían ser más emotivas. Quizás te esté viendo hoy, pero quién sabe lo que pasará mañana.

Tú siempre dices que puedes aproximar lo que va a ocurrir si hay una tendencia a ello. Tiendo a vivir, pero no creo que ocurra para siempre. Tampoco me gustaría, sólo lo justo y necesario para poder decir que ya he vivido lo suficiente. Los Dúnedain tenían la capacidad de morir cuando lo creían conveniente (si es que llegaban a edades avanzadas). Siempre me pareció muy poético poder decir "hasta aquí, ya no me queda nada por hacer porque ya lo he hecho todo, creo que he sido feliz y me voy con ese recuerdo".

Leí una vez que la agonía de la muerte eclipsaba toda la luz que te había acompañado a lo largo de tu vida. No sé dónde lo leí, sólo sé que me acuerdo de haberlo leído y asentir con la cabeza.