lunes, marzo 5

Diálogos VIII o Jaque mate

- Reina por reina.

- Se pone interesante.

- Sí, a veces hay que sacrificar a alguien grande para conseguir grandes cosas.

- Tus ojos me dicen que tus palabras esconden algo más de lo que quieren decir.

- Sabes muy bien lo que está pasando; lo que va a pasar.

- Es peligroso hablar, podrían estar escuchándonos.

- Me he encargado de ello, estamos seguros.

- No sé qué quieres que haga, por todas partes aparecen fanáticos de la tortura y el dolor. Yo sólo soy un hombre y mi posición es muy delicada.

- No eres sólo un hombre, eres EL hombre. Sólo tú podrías pararlos. Eres un hombre inteligente, el pueblo, los cardenales tendrán que escucharte. Sabes perfectamente que lo que promulgan es una sucia mentira. El mundo acabará en caos si no se para esta masacre.

- ¿Masacre?

- Quieren hacer una purga dentro de dos días.

- ¡Dios santo! ¿Por qué no me has informado antes?

- Porque era peligroso. Pero aún hay tiempo. Háblales. Muéstrales las escrituras y sácales de su error.

- Estos fanáticos no atienden a razones. Saben que las escrituras no dicen nada en contra de nadie, lo saben perfectamente, pero aún así, buscan un enemigo común contra quien combatir. Y ahora les ha tocado a esos pobres muchachos. A veces temo que sólo quieren leer lo que les interesa. Hemos hablado muchas veces de esto, Pedro, las escrituras se contradicen en muchos puntos; y éste es uno de ellos. En ningún sitio, antes de que la palabra se modificase tanto que ya no era reconocible, decía que los inocentes debían morir por amar de otra forma.

- Has sido un gran amigo todos estos años, y he tenido la suerte de poder confiar en ti y mostrarte mis dudas ante todo. Soy un hombre religioso, pero esto no es religión, parece una guerra. Por eso te pido que les hables. Sólo a ti van a escucharte, aunque no les guste lo que tengas que decir.

- Pedro...sabes cómo acabará esto, ¿verdad? Es probable que no volvamos a vernos si lo hago.

- Lo sé, por eso iba a hacerlo yo si tú rehusabas.

- No, a veces hay que sacrificar una reina, para poder hacer cosas mayores. No puedo permitir que mi rebaño se manche aún más de sangre. ¿Dónde ha quedado la piedad y la comprensión?

- Les ha cegado el poder y el atractivo brillo de las riquezas.

- He de confesarte algo...desde hace mucho tiempo soy agnóstico.

- No puede ser...¿pero tú eres...? ¡No!

- Tranquilízate y déjame explicártelo. No creo en este Dios que ha creado el hombre, pero sí creo que haya uno y lo amo tanto como tú. ¿No te das cuenta que Dios es como ellos quieren que sea? El mío no es diferente al tuyo y a la vez no se parecen en nada. ¿Quién sabe lo que es Dios? Ni siquiera sabemos si es algo o sólo una energía tan grande que no podríamos nunca llegar a concebirla. El hombre moldea a su antojo, y eso es lo que no me gusta.

- Tú eres el máximo representante, ¿por qué no compartir tus ideas?

- Sabes lo que pasaría, Pedro, si lo hiciera. Mi poder depende de otros, por lo que es tremendamente inestable.

- Ahora no puedo permitir que vayas allí, con todas esas hienas, y les hables. Tu mente, tus ideas...tienen que seguir viviendo.

- Amigo mío, seguirán contigo, estoy seguro de ello. Tu mente es joven y abierta, sé que no te pervertirás ni caerás en el fanatismo. Por cierto, jaque mate.

1 comentario:

John Keats dijo...

Pedro y Pablo, fundadores de la iglesia.
Realmente salió interesante, y paradógica la conversación. A veces hay que dejar de lado la ideología, para hacer lo que se tiene que hacer.