lunes, abril 4

Ejercicios involuntarios

Ya van tres veces en menos de dos semanas. Hacía mucho que no tenía esa sensación y cada vez me turba más. Mi conciencia se separa de mi cuerpo y me veo a mí misma desde otro lado, como si mis ojos no fueran míos veo lo que tengo alrededor como si fuera la primera vez. Intuyo las cosas, las observo y me pregunto si realmente están ahí, si yo soy la dueña de esos ojos que ven y si el que está a mi lado me habla a mí.

¿Cómo estamos tan seguros de que existimos? Descartes decía que el pensar es una prueba determinante de ello, pero a la vez decía que él dudaba de todo. Te dan un nombre y te dan existencia, te la imponen, pero ¿se puede dudar de ella? De pequeña me preguntaba cómo podía yo ser yo, cómo podía existir y me preocupaba pensando si no era fruto de la imaginación de alguien. No encontraba respuesta a mi existencia. Cómo podía pensar, sentir, hablar, reír, y cómo podían hacerlo otros que ligeramente se parecían a mí.

Desde lejos también me pregunto si mi vida es realmente esta. Cómo puede ser que sea de esa forma, cómo puedo seguir viviéndola si me estoy viendo desde otro lugar. De hecho, no me gusto, me caigo mal. Yo estoy teniendo esa vivencia sin que nadie lo sepa, mientras millones de personas tienen otras. Quizás sea la insignificancia de nuestra existencia la que me turba, ya que al mismo tiempo pienso que cada uno somos un mundo. ¿Pueden ir ligados ambos conceptos?

En definitiva, es un curioso ejercicio involuntario.

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