jueves, octubre 13

Vendiendo abrazos

Era el tercer cliente de la noche. El calor hacía que el negocio fuera muy bien. Eso, y la vuelta al trabajo. Más estrés, más preocupaciones, más peleas en casa, más búsqueda de rincones donde poder entrar y salir sin tener que decir nada.

Estaba tan cansada ese día que ni siquiera la importó que él la besara de esa forma tan extraña. "Busca algo más que sexo" pensó. No solían besarla, aunque ella tampoco se dejaba. Besar conlleva cariño. Vendía su cuerpo, pero había algo que no quería vender y era su alma. La única forma de mantenerse a flote era tener algo intacto, y esa era la boca. No la usaba con sus clientes de ninguna forma. Pero esa noche...él había llegado con una ansiosa tristeza. Le pareció que había estado buscando algo durante mucho tiempo, y ahora había decidido encontrarlo en esas zonas oscuras que no salen en los mapas, sabiendo que en realidad no había hallado más de lo que él se quería imaginar.

La estudió como para que su cuerpo le fuera conocido. La preguntó su nombre. Ella le dio el verdadero. Y desde ese momento él no paró de repetirlo. Cuanto más lo repetía más parecía que se conocieran. El sexo fue lento, triste, extraño...tan intenso que parecía de verdad. "Abrázame, por favor" dijo él al terminar. Extrañada, se acercó al hombre y lo hizo. Pasaron los segundos tan lentos que ella no supo si era otoño o ya había llegado el invierno. "Gracias, gracias de verdad". Pero las palabras las había dicho ella.

No volvió a saber de él jamás. Tampoco lo buscó. Sólo esperaba que hubiese encontrado lo que buscaba en otro sitio, en uno donde no se vendieran los abrazos al mejor postor.

1 comentario:

John Keats dijo...

Lo abrazos no se venden, se dan, se regalan. Ella le regaló, él no le pagó.