lunes, febrero 25

Los que esperan a que se haga de día

Suena el despertador demasiado temprano. Aún no han salido los colores en el cielo, pero pronto llegarán. Está oscuro y silencioso, como la casa. Me gusta así. Puedo moverme tranquila sin que nadie me vea. El sentir que todos duermen me da una libertad que no encuentro en ninguna otra parte. Soy dueña de los pocos metros cuadrados en los que puedo caminar.

Despacio me deslizo por la puerta, abandonando sin quererlo mi momento de trance. En la calle todo es distinto. Ya ha empezado a clarear y con la luz aparece la gente. Parece como si estuvieran esperando a que se fuera la noche para salir, impacientes desde sus puertas para echar a correr y perseguir el día. Al pasar frente a una casa, veo un ojo que mira desde una rendija. Allí aún hay sombra. Con una mano le digo que salga, que no tema, y el ojo se esfuma.

Haciendo el camino de siempre me asalta una pregunta "¿Y si me fuera por otro? ¿Y si siguiera por él y no parara hasta no tocar su final con la punta de los dedos?" Piso el acelerador, olvidándome de que existe un pedal para frenar, y sigo. No sé a dónde, pero sigo. Quiero palpar lo que sea que hay al otro lado.

Llevo horas conduciendo y ya no siento nada. Lo que pensé que alcanzaría se vuelve más lejano. Lo veo, sí, lo veo ahí pero no puedo mirarlo de cerca. No se me permite más que una visión general. Quizás eso es lo que más me frustra: la limitación.

Por puro orgullo doy la vuelta muy despacio, rindiéndome poco a poco sin que nadie lo note. Con la cabeza baja me prometo volver a intentarlo de nuevo.

3 comentarios:

John Keats dijo...

Con la cabeza alta, por haberlo intentado. Y por haber sido libre al hacerlo. Porque al escoger el camino de la libertad, ya somos libres.

John Keats dijo...

Escribe usted... ¡escriba más!

Anónimo dijo...

Que bonita tu letra,tu sentimiento, tu alma..... tu TODOOO!!!!!



Sigue asi !!! ;)