viernes, septiembre 10

Algo azul entre gigantes

Me levanto sumamente pronto y no me encuentro en mi casa. Todo está distinto. Mi cama no es mi cama, mis paredes no son verdes, mi soledad no está. Mis ojos se acostumbran a la tenue luz que llega por el resquicio de la ventana. Otra vez esa luz blanca de la mañana que tan pocas veces soy capaz de disfrutar. Me levanto con dificultad en aquel sitio extraño pero a la vez tan acogedor. La lejanía ha desaparecido un poco, pero aún veo su sombra persiguiéndome. No quiero que me encuentre, intentaré correr y me iré lejos de la lejanía. ¿Cuánto de lejos tengo que irme para estar lejos?

Cogí el coche tras una breve despedida entre todo tipo de ruidos nuevos para mí. Y me fui, lejos, muy lejos. Me fui donde esa casa azul que tantas veces he visto. Hasta allí huí para verla intentar crecer entre dos gigantes sin conseguir siquiera un mílímetro de más. Una lucha eterna. La inmortalicé, pero nunca consigo crear lo que veo. La maldición de ver la realidad de otra forma, de dejarte engañar (o no) por los sentidos.

La inmortalicé, qué importa. Ahí quedará hasta cuando ya no me acuerde de ella.

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