martes, agosto 9

Baldosas rojas

Te pedí que me devoraras y no lo hiciste. Mi boca, mis manos, mis ojos te lo estaban pidiendo con tanta fuerza que al otro lado se levantó una tormenta. Pero tú, tan amante de ti mismo, no tenías ojos para nadie más que para tu persona. Alimentando tu ego pasamos dos horas, hasta que ya no cabíamos en la misma estancia; así que me fui a buscar a otro que al mirarme también me viese.

Harta de tacones anduve descalza clavándome indiferencias y cristales, dejando un camino de baldosas rojas a mi paso. Y le encontré a él. Miraba a todas partes, perdido y sin saber que hacer. Le conduje entre mis piernas y le di una nueva ocupación. Pero pronto me aburrí de su mirada vacía que sólo me decía "dime qué hacer".

Volví a mi camino justo por donde lo había dejado. Esta vez tardé un poco más en encontrarle. Me arrancó la ropa tan fuerte que se hizo jirones; pero no importaba, allí no la necesitaba. Gritamos, sudamos...nos dieron las diez y las once, las doce, la una...y me volví a aburrir. Sus ojos no me decían nada, eran dos pozos sin agua.

Y yo tenía sed.

2 comentarios:

John Keats dijo...

Insaciable

Aura Gris dijo...

Encontré agua.