miércoles, enero 12

Posición fetal

Después de estar un rato tumbada en la cama con el libro ante mis ojos, decido cerrarle y me dispongo a dormir. Entonces empieza el ritual. Me pongo de costado, casi al borde de la cama, aunque se diga lo contrario; flexiono las piernas hasta prácticamente tocar mi pecho y coloco los brazos de una forma imposible. Siempre duermo así. De hecho necesito taparme cual gusano en su capullo para poder dormir tranquila. Me siento segura. Quizás sea un recuerdo olvidado de mis meses en convivencia con mi madre. Puede que allí es donde más segura me sentía, puesto que no había nadie más que yo y unas voces que se oían a lo lejos. Creo, además, que inconscientemente recreo ese momento cada noche, sin obviar ningún ínfimo detalle: la postura, el calor, la oscuridad e incluso el silencio. Y es en mi cama y no en otra donde puedo hacerlo (las imitaciones son odiosas). Sólo allí segundos antes de dormirme me veo lejos del mundo, como si nunca lo hubiese tocado.

Puede que por eso duermo, según dicen, sonriendo.

1 comentario:

John Keats dijo...

Mmmm.... ¿quién lo dirá?